WALT DISNEY
Aladdín se enamoró de la princesa Jasmine, muchacha educada en los
rigores de la castidad. En vano trataba de obtener sus favores con
suntuosos regalos. Cerezas rojas como sangre de paloma y fuentes de
dátiles aromáticos no torcían la virtud de la joven, que celosa de su
virginidad pagaba con desdén sus dádivas. Desesperado, Aladdín frotó la
lámpara maravillosa para pedir el último
deseo de los tres que le concediera el genio. Dominado por su pasión
amorosa renuncia a la eterna juventud y a las riquezas del mundo a
cambio de rendir la decencia de la joven. Acabado de formular su deseo,
al llegar a la plaza pública, descubre a la bella Jasmine riendo
desvergonzada entre los soldados de la guardia personal del sultán.