DIVORCIO
El fin del mundo no
fue como había leído en el Apocalipsis. Ni se levantaron los muertos ni
el ángel tocó la trompeta, ni hubo jinetes ni dragones. Aquella tarde no
llovió fuego, solo el rosa desvaído del horizonte en la terraza del
Parador Nacional en donde celebraban el trigésimo aniversario de su
matrimonio. Nada estaba saliendo como había previsto. Ni en la peor de
las pesadillas pudo imaginar que aquel hombre calvo y ordinario con el
que acababa de brindar era el joven apuesto y prometedor del que se
enamoró. Y la miraba fijamente como si ella fuese una desconocida.
Entonces se apagó el cielo.