Mendigo

Todas las tardes en los soportales de la Plaza Mayor puede verse a un tullido sentado junto a un letrero de cartón que dice: “Necesito dinero para comprar un saco de plumas”. Los transeúntes apenas se fijan en él y es raro que le arrojen monedas. Desde hace años espera que alguien le ayude a volar. El ángel exhibe torpemente los muñones de sus alas mutiladas.

La fábrica de Donuts


Esta es una historia muy corta, que me solía contar mi abuelo. Siendo mozo trabajó como aprendiz en una tahona. Allí conoció a un hombre que acarreaba los sacos de harina, luego ascendió a oficial y preparaba la masa madre, pero cuando llegó a maestro le encomendaron la sección de repostería. Se encargaba de hacer los agujeros de los Donuts. Entonces descubrió la Nada. No hay nada más aterrador que la conciencia de la Nada, decía mi abuelo. Se sintió un embaucador que vendía porciones de vacío rodeadas de bollo. Había encontrado el camino que lleva al punto donde fluye la no existencia. No pidió ayuda, desapareció tragado por el agujero negro del Universo.