Cada mañana el último
hombre del mundo entra en una librería de viejo, toma un libro al azar,
se sienta y lee. Al instante todo vuelve a vivir: el canto de las aves,
la melodía del viento, el bullicio de las ciudades, las voces de los
niños... entonces escucha golpes fuera, alguien araña la puerta, acecha.
Asustado cierra el libro. Los ruidos cesan de inmediato. En el exterior
ha retornado el vacío y se siente más solo que nunca. Marca la página
doblando una esquina. Es la eternidad.