Hay hombres que como los caracoles llegan a la cima a fuerza de arrastrarse.
No acaricies demasiado una idea o se volverá una idea viciosa.
El hombre con agallas, como el pez, muere por la boca.
Aquel hombre llevaba una doble vida, por eso frente al espejo jugaba un póquer a cuatro manos.
En el cementerio de mi pueblo hay vieja tumba con el epitafio: "Entra
sin pedir permiso". Hasta hoy nadie ha aceptado tan amable invitación.