MARABUNTA
Cada mañana acude atemorizado
a su puesto de trabajo. A fuerza de vejaciones y abusos, la falta de
alternativas y temeroso de quedarse en el paro, se hace día a día más
pequeño, se encoge, parece cada vez más insignificante. Ayer, al fin,
desapareció por completo, dejó tras de sí ausencia, vacío. Aún así, el
jefe se encolerizó con el hueco que dejaba tras su mesa de trabajo,
molesto porque al desvanecerse había quedado una pequeña mancha sobre
la silla. Entonces comenzó a escucharse un rumor de enjambre, una
revolución que venía de la calle. Avanzando en oleadas, miles, millones
de diminutas hormigas arrasaban todo a su paso. Era apenas un soplo de
dignidad, que crecía, se hacía un vendaval, un huracán. Del jefe no ha
quedado más que un esqueleto blanqueado a su paso, pero ese alimento les
ha hecho crecer, y son de nuevo mujeres y hombres dignos.