RECORTES JUSTIFICADOS

"¡Ay de mi, que amo las escarolas con aceite, el salutífero brécol y la enamorada alcachofa y detesto la carne casquivana, con su estremecimiento de placer avieso!", clamaba el hombre lobo, al que exhibían en una jaula en la plaza del pueblo durante la festividad del santo patrono. Lo transportaron en andas las Hermanas Sibilinas, entre jaculatorias y credos para alejar la tentación del pecado carnal. Aquella mañana lo habían pillado rondando la huerta del convento, famélico. Tomás de Torquemada, un hombre piadoso, ordenó que por su bien le consumiese el fuego de la hoguera. Luego se retiró a terminar un tratado moral sobre los peligros de la carne y las virtudes de la dieta vegetariana