CRIMEN
Era un hermoso espejo fabricado en Murano por las
hábiles manos de un maestro cristalero conocedor de los secretos que
transmutan las arenas en reflejos irisados. Pero de un tiempo a esta
parte negras manchas cubren su superficie, dejando apenas vislumbrar el
rostro de los que a él se asoman. Lo heredó de un familiar adinerado,
que murió misteriosamente estrangulado. La investigación de
la policía no resolvió el asesinato. Ahora pasa horas frente al espejo,
quienes no lo conocen lo toman por un vanidoso narcisista. En realidad
observa la superficie del vidrio. No son manchas de azogue, son los
residuos de su alma asesina.