El vuelo


Cuando era niño recogía polvo de las alas de las mariposas y me untaba las manos con la esperanza de volar. No hagas eso, me dijo mi madre, para volar necesitas el polvo de las alas de un hada. Aquella noche puse una trampa para ratones junto a la ventana. Por la mañana encontré atrapada un hada pequeñita. Estaba muerta por el esfuerzo para soltarse. Era suave y parecía sonreírme. Nunca logré volar, pero desde entonces soy un hombre sin imaginación.