La 2ª muerte de Casimiro Ventura

Aún no logro comprender como acabé en aquella sala del tanatorio de Carabanchel, recibiendo pésames por alguien que me era casi desconocido. Apenas hacía una semana que Casimiro Ventura había regresado de París y lo primero que hizo fue acudir a mi despacho de agente literario con un manuscrito que, según sus palabras, travestía el género policiaco. “Léelo en cuando puedas, maestro”, me dijo y se despidió entre elogios y parabienes. Unos días más tarde, estando en cama por una gripe inoportuna y no teniendo nada mejor que hacer, me acordé del manuscrito. Era un texto perfecto, cargado de fuerza y creatividad. Me sentí invadido por la envidia y me sorprendió la madrugada con el texto entre las manos. Tomé una decisión drástica. “Van a llevarse el ataúd a la incineradora” –  me dijo alguien. Era el momento de la última despedida. Me aproximé al ataúd y pude escuchar un repiqueteo en la madera apenas perceptible. Agradecí desconocer el código morse. En la calle me esperaban los periodistas. Mi novela acaba de ser galardonada con el Gran Premio de literatura policiaca. Según la crítica ha travestido el género.