Leonardo cargaba un ángel sobre sus espaldas. Era un ángel
feo, con alas de algodón sucio, y un poco pedante. Leonardo nunca lo dejaba solo,
temiendo que cometiese alguna indiscrección. Así que iba a todas partes con él a cuestas y
terminó quedándose sin amigos. No soportábamos aquella vanidad del ángel, que
siempre sabía lo que íbamos a decir. Cuando Leonardo murió, seguramente agotado por el pso que cargaba, no supimos qué hacer
con el ángel, era una metáfora demasiado pesada. Nos miramos en silencio, persuadidos
de que alguno tendría valor para cargar con el ángel, pero la noche nos
encontró hermanados por la cobardía. Ahora aguardamos en vigilia la llegada del
sueño. Entre todos cargaremos el ángel sobre las espaldas del que primero que
se duerma.