Por encima de toda esta vida vuela
irremediablemente el hastío,
el hastío con su pico, garras y alas.
“Jacques
Vache” por LUIS CERNUDA

Aquella
mañana de agosto no quise salir de la sala. Es una habitación pequeña, oscurecida
por las contraventanas entornadas, que se ha convertido en el refugio de mi
espíritu acogotado y a un tiempo mi dormitorio, cocina y retrete. Allí tengo
mis objetos más valiosos. Sobre un aparador un jarrón de cristal contiene dos rizos
de cabello atados con cintas de raso, testimonio de cada uno de los cumpleaños compartidos
con Rosa de Jaén, la cantante española con la que mantuve mi segundo matrimonio
virgen. A su lado, en una cajita de palisandro tallado guardo las uñas de mi padre.
Cuando murió, fue vaciado siguiendo la técnica descrita por Heródoto, se le extrajo
bofe y bandujo y se rellenó con vino y semillas aromáticas, de modo que parecía
un gran pavo abarrotado de castañas. Coloqué la momia delicadamente sobre su
cama, hacía pensar en una libación demasiado copiosa. Desde el fallecimiento nada
perturbó mi calma, salvo las uñas paternas. A los pocos días me percaté de que
habían crecido. Me apresuré a practicar la manicura, que dominaba desde que
trabajé en las Divisiones Suicidas Belgas clavando estaquillas de bambú bajo
las uñas de los detenidos reacios a colaborar. Corté el exceso, limé las puntas
y limpié las cutículas. Una semana más tarde las uñas volvían a estar
impresentables. Durante meses corté y guardé en la cajita las rebeldes
excrecencias paternas, pero al borde de un ataque de nervios, acabé trasladando
el muerto al desván. Ese día apareció Breton. Desde entonces no me atrevo a
salir del aposento. Fuera, en algún lugar de la casa, está Breton, el surrealista
que gobierna los relámpagos, los truenos y la locura. A ratos oigo sus pasos,
luego el silencio, una carcajada, un pedo.

MIS CONTRADICCIONES
Hedonista
Doy
satisfacción a mis impulsos siguiendo el ejemplo de Dionisio en Las Bacantes,
que privando de razón a las mujeres de Tebas, las sume en un estado de
enajenación mística contra su voluntad: “Yo
las he aguijoneado fuera de su casa, enloquecidas y con la mente enajenada
habitan en el monte, las he obligado a llevar el atavío de mis orgías”
(Esquilo) ¿Voy a ser más pundonoroso que un dios? ¿Voy a comedir mi lenguaje y
a mesurar la ordinariez de mis gestos?
Estoico
En
la doctrina estoica el varón virtuoso, que es el hombre sabio, debe mostrarse
desprovisto de pasiones. Me
desarraigo, rompo las ataduras terrenales, pensamientos débiles, deseos
débiles, tan humanos que los rechazo. Aspiro a ser penetrado por el demiurgo, materia informe y
caos del que se nutre la poesía. Ser la novia en su noche de bodas, que embargada
por el deseo del universo se siente objeto del amor, receptáculo de amor, y quiere gritar
en la agonía interminable de su copula con la divinidad.
Místico
El
místico es un ebrio, un borracho de fe, yo soy un místico de la poesía. En la
noche escucho la carcajada del mundo y tiemblo, desnudo y hermoso anhelo ser
poseído por ella. El dominio de las pasiones por la vía purgativa de la
ascética, acercarse a la santidad. Quiero que los demás perciban mi “olor a
santidad”, transpiración corporal intensificada por la abstinencia.

André Breton es un pobre idiota.
Amor, ya te avisaré cuando hagas falta… convicción de
que soy un hombre capaz de todas las bajezas. Ponerse así, a cuatro patas, es
una cosa transcendental.