PALABRAS PARA ANTONIO CISNEROS


Amigo, hoy caminé sobre el mar. Vinieron a la orilla los niños, los perros y los pensionistas, almas culpables de inocencia. Olfateaban el aire, hacían castillos en la arena y me pidieron un milagro para celebrar la eucaristía. Aquella tarde caminaron los involucionistas, se maquillaron los libros de contabilidad y los panes y los peces construyeron un hospital para desahuciados.

Los milagros son contrarrevolucionarios, gritaban los guerrilleros en la sierra y los sindicalistas en las fábricas
Los milagros son peligrosos, repetían los manes de la bolsa, los profetas del librecambio y el Papa que vive en Roma.

Un oso hormiguero es un ejercicio de antropología o un himno al trabajo, en la tarde entona un canto ceremonial para los pobres de la tierra, para los que se visten con hambre y almuerzan desamor. Un oso hormiguero es la esperanza de los hombres, alimentándose de nada y engordando de presunción. Cazar un oso hormiguero es un ejercicio de vanidad, gime y os puedo jurar que he visto una lágrima temblar en sus ojos. Sus ojos iguales a los nuestros, su panza como la nuestra, atravesada por la angustia de la vida.

Fue en Lima, Perú, hace ya muchos años. Los hombres buscaban la ballena por las calles, en los merenderos, a la sombra fresca de los parques, en el agua mansa de las fuentes. Querían repetir el mito de Jonás y los desalienados, habitar el vientre tibio del cetáceo, allí, en las vísceras, construir un hogar y habitarlo con sus hijos, con su esposa y todos sus abuelos. Los poderosos de la tierra les gritaban que volviesen, pero ellos querían acomodarse en el vientre blando y apestoso de la ballena. Ayer caminé sobre el mar, amigo, y estaba solo. Vino a verme Moby Dick y Melville me preguntó por ti.