ESPACIO URBANO Y LITERATURA


La ciudad cobra vida literaria, se convierte en un personaje más del relato por obra del genio literario de Balzac. En «Papa Goriot» de 1834 el joven Eugène de Rastignac, un provinciano ingenuo, acude a París para labrarse un futuro, y la ciudad infame termina despertando en su alma la crueldad de un predador. Finaliza la novela con una escena de espectacular dramatismo, ejemplo del talento de Balzac para la tragedia. Rastignac concluye de enterrar al anciano Goriot, pagando la tumba con dinero de su bolsillo, pues sus hijas se han desentendido del viejo. Desde lo alto de la colina de Montmartre vuelve los ojos a París, que se extiende a sus pies, y dirigiéndose a la ciudad amenaza: “¡Ahora nos veremos las caras!”

Gracias a Balzac la literatura había descubierto un nuevo espacio por cuyas calles, plazas y bulevares pronto ostros escritores como Gogol, Dickens o Dostoievski, sacarían a pasear a sus personajes, pero, lo que es más importante, Balzac había demostrado que un espacio físico puede ser el personaje principal de una narración. Ya en la concepción aristotélica encontramos definido el espacio como el lugar físico en que tiene lugar la acción, la topografía de la historia narrada, pero ello es superado por Balzac al concebir el espacio no sólo como el escenario donde se mueven los personajes, sino como protagonista, erigiéndose en el elemento estructurado de la trama.

El experimento literario más interesante sobre el espacio son las obras de George Perec, “Especies de espacios” y “La calle Vilien”. El primero, a caballo entre el ensayo y la novela, es un intento por definir qué es y qué entendemos por espacio. La segunda es un verdadero «tour de force» de la palabra como creadora de espacios. Desde el 27 de febrero de 1969 hasta el 27 de septiembre de 1975, Perec visitó anualmente la calle Vilien y anotó con el celo de un notario los cambios que se habían producido en ese espacio urbano.

«Nuestra mirada recorre el espacio y nos da la ilusión del relieve y de la distancia. Así construimos el espacio; con un arriba y un abajo, una izquierda y una derecha, un delante y un detrás, un cerca y un lejos» (Perec). Si unimos esta definición del espacio con su contingencia literaria: «El espacio es una duda, tengo que delimitarlo sin cesar, lo tengo que designar, nunca me pertenece» vemos que CONSTRUIR Y DESIGNAR son categorías del espacio narrativo, el autor es el arquitecto que levanta un espacio y le otorga existencia desde el momento en que le nombra, el autor convertido en demiurgo que mediante un acto de enunciación explícito corporeiza un espacio.

En «Fragmentos del Apocalipsis» asistimos al milagro arquitectónico de la construcción de una ciudad gracias a ser designada por la palabra de Torrente Ballester:

«He nombrado la torre, y ahí está. Ahora, si nombro la ciudad, ahí estará también. Entonces digo: catedral, monasterio, iglesias, la universidad, el ayuntamiento, el palacio del arzobispo; y digo rúas, plazas, travesías, la carrera del Duque, el callejón de los Endemoniados, el pasaje de Vai-e-ven; digo: columnas, pórticos, bóvedas, ángeles, santos, profetas, volutas, pilastras, pináculos»

Es el nacimiento de Villasanta de la Estrella, referente de Santiago de Compostela, hecha real por la palabra del autor. Para el lector inmerso de los «Fragmentos del Apocalipsis”, la ciudad real, evidente, tangible es Villasante. La narrativa ha trabajado desde antiguo con el trastrueque de los planos temporales relacionados con los personajes, sin embargo apenas con la distinta percepción que del espacio tiene cada uno, percepción cambiante según su punto de vista y perspectiva.

Uno de los proyectos culturales más interesantes sobre el espacio fue obra de la Internacional Situacionista con los postulados de un urbanismo lúdico. La «deriva» fue su práctica más interesante. Frente a la novela de viajes para el descubrimiento de espacios exóticos la deriva propone el viaje a los lugares cotidianos de la vida diaria. Así nacen las guías psicogeográficas, que estudian el efecto que el espacio produce sobre las emociones y el comportamiento. Una psicogeografía es un mapa compuesto por fragmentos de una ciudad relacionados de forma aleatoria, buscando la emotividad, es un espacio físico de las emociones. Un mapa psicogeográfico tiene las cualidades que demanda Jean Baudrillard en «Simulacros» con referencia al espacio topográfico de la cultura: «El territorio ya no precede al mapa; ni lo sobrevive. A partir de ahora, es el mapa el que precede al territorio».

En la novela la psicogeografía del espacio ha de ejercer una acción sobre las emociones de los personajes, debe corporeizarse en el relato, adquirir la importancia que le corresponde, y que nunca es inferior al uso del tiempo por el narrador, por eso Todorov creó el concepto de cronotopo, una dinámica de intercambio entre espacio y tiempo. El espacio construido puramente de lenguaje, la construcción de un espacio físico a través de una construcción verbal, la representación del espacio como imágenes que se corporeizan en lenguaje es un hallazgo de la novela moderna que ofrece territorios aún por descubrir.

Fotos: "La gran familia", de Jorris Martinez y "Cochecito quimérico", de Julien Martinez